jueves, 24 de febrero de 2011

ANÁLISIS DE LA PELÍCULA

LOS ABRAZOS ROTOS
DIRECCIÓN:                Pedro Almodóvar


PAÍS:                           España

AÑO:                           2009

En "Los abrazos rotos" se confrontan el Almodóvar un punto frívolo, cómico y desatado de la post Movida infiltrado en la ficción a colación de ese desmadradísimo remake dentro de la película de la legendaria "Mujeres al borde de un ataque de nervios" y éste otro a cuyo alumbramiento asistimos en estos últimos años, entre Oscar e incontables reconocimientos universales. Un cineasta eminente que conquista en la madurez el derecho para brindar cara a cara con los gigantes del séptimo arte.


Por un lado emerge la sombra gigantesca de Rossellini a dos niveles: conscientemente, a través de la intrusión en la trama de las desgarradoras imágenes del abrazo milenario entre los amantes rescatados bajo el muro volcánico que escondía las ruinas de Pompeya, uno de los momentos de mayor intensidad dramática de "Te querré siempre", e inconscientemente en la recreación siquiera anecdótica del paraíso de cráteres y cenizas volcánicas de "Stromboli", que emerge aquí en las dunas lunares de Lanzarote. Pero hay más, Los abrazos rotos escenifica una disociación en la personalidad artística de Almodóvar.



Al fin y al cabo no es sino la historia de un cineasta ciego que quiere seguir haciendo cine desde la oscuridad. Al fin y al cabo es cine que reflexiona sobre la propia naturaleza del cine, cine dentro del cine, un exorcismo de madurez en el que Almodóvar se disecciona a sí mismo en el laberinto de sus propias imágenes, en la encrucijada de sus propios anhelos como escultor de imágenes.


Rossellini sí, pero también brinda el manchego universal con Fellini (el de "8 y 1/2") o, por ejemplo, con Wenders (el de "El estado de las cosas"), entre otros incontables ensayistas lúcidos del cine dentro de sí mismo.

En ese sentido "Los abrazos rotos" es una de las películas más ambiciosas y personales de Almodóvar. Detrás de ese exuberante juego de formas que esconde veneración casi religiosa por el melodrama clásico, por el cine negro sin impurezas, por el gran misterio ético y estético del cine norteamericano, late un apasionante conflicto entre el cineasta del presente y aquel otro del pasado. Y es con la definición visual de ese conflicto que cuaja en el director de "Volver" una madurez orgullosa.


El Almodóvar de entonces no tiene cabida en el hoy. Las canas han pulido la superficie imperfecta y localista de su cine otorgándole una dimensión atemporal, de ahora y siempre. Ya no necesita volver sobre sus propios pasos o parasitar su propio pasado para coleccionar elogios.

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