lunes, 21 de febrero de 2011

ANÁLISIS DE LA PELÍCULA


CHINATOWN
DIRECTOR                            Roman Polanski
GUIÓN                                 Robert Towne
GÉNERO                              Cine Negro
AÑO                                     1974
DURACIÓN                          131 min.
PAÍS                                     Estados Unidos

Un detective privado de Los Angeles, Jake Gittes (Jack Nicholson) recibe la visita en su oficina de una mujer que le encarga investigar la supuesta infidelidad de su marido. Poco a poco se verá envuelto en una compleja trama de intereses económicos, sobornos y oscuras maquinaciones que tienen como objeto el agua.

La relación que mantiene con esta mujer, Evelyn Cross Mulwray (Faye Dunaway) se complica al descubrir que esconde un oscuro pasado familiar de relaciones incestuosas con su padre, Noah Cross (John Huston), que está involucrado también en la especulación con el agua. El desenlace llevará a todos los personajes a las calles de Chinatown.


A pesar de elegir para este proyecto un género que había llegado a su época dorada durante los años cuarenta, Polanski tuvo la inteligencia de no abordarlo desde la fácil imitación a las obras maestras que todos recordamos, sino desde un planteamiento cinematográfico moderno;

«Yo no veía en Chinatown una obra "retro" o una imitación consciente de las películas clásicas en blanco y negro, sino una película sobre los años treinta, vistos a través del ojo de la cámara de los setenta».


Este es uno de los grandes aciertos de la película, que, gracias a este planteamiento, al empleo del color o la dirección tan personal de Polanski, se hace más cercana y realista, sin perder los caracteres propios del género negro.

La narración es muy medida, Polanski sólo nos cuenta lo necesario en cada momento, es muy preciso en su trabajo de irección. Con un empleo maestro del sonido en off (con el sonido continuo del agua por ejemplo), de la calculada información que recibe el espectador en cada secuencia y la precisión con que rueda Polanski, Chinatown nos atrapa sin demasiado esfuerzo.


Desde el principio intuimos que estamos ante historia mucho más compleja y ante unos personajes más oscuros de lo que nos muestran, descubrimiento que hacemos al mismo tiempo que el personaje de Nicholson quien nos lleva de la mano hasta el desenlace final.

Un desenlace magnífico aunque algo abrupto y desolador, en donde el personaje de Dunaway será el que pierda la vida, mientras el poderoso (John Huston) quedará sin castigo. Un final atípico e impactante que era exactamente lo que Polanski buscaba.


«Yo sabía -explica Polanski- que para que Chinatown fuese una película distinta y no un simple film de misterio en el que, al final siempre ganan los buenos, Evelyn tenía que morir».

Fue Polanski, que hace un cameo en la película, quien tuvo el "honor" de cortarle la nariz al personaje de Nicholson. Según cuenta el director la imagen fue censurada por las cadenas de televisión anglosajonas al considerarla demasiado violenta.

El ambiente de la época se recreó con una esmerada dirección artística de W. Stewart Campbell y con el trabajo de vestuario de Anthea Sylbert, quien ya había trabajado con Polanski en La semilla del diablo (Rosemary's Baby, 1968). También utilizando una estupenda fotografía de Joe Alonzo y una música adecuada, para la que se contó con Jerry Goldsmith quien compuso una muy inspirada banda sonora.


Un gran acierto fue la elección de los actores, Jack Nicholson y John Huston fueron la elección de Polanski desde el comienzo del proyecto. El papel de Evelyn Mulwray le fue ofrecido a Jane Fonda quien lo rechazó y que finalmente aceptó Faye Dunaway. Todos están magníficos y tanto Nicholson como Dunaway fueron nominados al Oscar.

Polanski recuperó con Chinatown el éxito de público y crítica unánime que no obtenía desde 1968 con La semilla del diablo. La película era un valor seguro tanto por el magnífico material con que contaba como por el talento y la solidez ya demostradas en su trabajo de dirección. Se ha convertido con toda justicia en un título imprescindible dentro del género.

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